POR UN MOMENTO YO
- Janeth Quintero
- 10 jul 2018
- 2 Min. de lectura
Los dedos de la mano izquierda mostraban las marcas de las cuerdas del violín; marcas que con el pasar de los minutos traían consigo un leve dolor, pero que dejaba la gran satisfacción de poder escuchar aquellas notas musicales, y todo lo que transmitían. Esa serie de emociones, dolencias y pesares que un día fueron escritas bajo la inspiración de lo que posiblemente fue una musa, evento o coincidencia en el pensamiento de su creador. Yo, con los ojos cerrados sentía cada una de aquellas notas, las vivía; les daba vida.
En ocasiones el plan “B” de nuestras vidas, termina por no ser el ideal para llevarlo a cabo, así como no lo fue el “A”, terminamos realizando el de una letra más avanzada del abecedario, ese que ni siquiera estaba contemplado, pero solito llegó un día a la puerta de nuestra imaginación, o simplemente ocurrió por azares del destino. Mi plan “B” estaba unido a la música, y a mi violín, a transformarlo en una profesión.
Me he imaginado muchas veces cómo hubiera sido si lo hubiera realizado y también si iba a ser lo suficientemente buena en ello. Y es en ese preciso momento en el que aborrezco al tiempo, por avanzar tan rápido, por llevarse consigo la vida, por no ser suficiente como para poder realizar todo lo que tenemos en mente; aprender una gran cantidad de disciplinas y llevar a cabo cada uno de los planes de vida, de los cuales solo pudimos escoger uno, o unos cuantos, o a lo mejor ninguno.
<<Do, Do… Re, Mi>>. Decía en silencio en mi cabeza mientras leía con detenimiento la partitura que se encontraba frente a mis ojos, imaginaba cada uno de los movimientos que tenía que realizar y contemplaba con curiosidad al aire, sí… al aire, lo sentía en mi mejilla, una suave corriente que me acariciaba con dulzura; y en él sentía como viajaban las notas, que penetraban en mis oídos y se interiorizaban en mis recuerdos.
¡Oh!, la música, mi más bella música, ese dichoso regalo que he sabido apreciar cada día. El que me abraza y me acurruca en cada momento del día, como no poder amarla, si solo en ella me siento libre… ¡amada!
Siento mi identidad, quién soy cada que me escucho; me reconozco, puedo comprender mis deseos, caprichos, gustos, pasiones, dolencias e ilusiones. Puedo sentirme viva, como si nada me faltara. Amo mi música, esa que vino del corazón de otro, pero que se encarnó en el mío.
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