El sol se ocultaba lentamente, un pequeño rastro de luz se colaba por los huecos de los árboles dando un ligero toque dorado, que con el pasar de los segundos se fue desvaneciendo hasta ser inexistente, las penumbras habÃan acechado al bosque, la densa bruma acariciaba a los árboles y los sonidos garrafales de la noche comenzaban a escucharse.
Un joven caminaba impaciente por encontrar la salida, estaba perdido, sin comida, sin abrigo y sin el premio que habÃa salido a buscar, un escurridizo ciervo que habÃa huido de su letal arma. Sus prendas manchadas por la humedad de la corteza de los árboles, el fango en sus zapatos y su expresión facial malhumorada, eran el perfecto indicio de que ese dÃa no era como lo tenÃa pensado.
Agotado, con sed y con hambre daba pasos inseguros esperando pronto poder salir del interior de ese bosque en el que estaba sumergido. SentÃa impotencia e impaciencia por no poder encontrar su camino. Ojos silvestres lo acechaban haciendo que se sintiera oprimido…desesperado.
Comenzó a caminar más rápido, esperando que eso le sirviera para elevar su temperatura corporal, pues no llevaba abrigo, solo aquella prenda caqui de manga corta que no le protegÃa del frÃo, pero era inútil, el miedo que lo inundaba, hacÃa que no pudiera mantenerse caliente.
Tal vez era la histeria que estaba viviendo, o la densa oscuridad que le imposibilitaba la vista, pero él sentÃa que las raÃces de los árboles salÃan de la tierra y se anudaban, haciendo que se tropezara. Su ansiedad aumentó y comenzó a sentir claustrofobia, el aire le faltaba en su pecho, sentÃa como la falta de oxigenación lo tambaleaba, y aunque estuviera todo oscuro a causa de la densa penumbra, sabÃa que su vista estaba nublada, hasta que se desvaneció, y tumbado en la frÃa y húmeda tierra se fue arrastrando, sentÃa como empezaba a perder el sentido del olfato y con ello la conciencia.
Estaba allÃ, inmóvil, intentando reaccionar… sobrevivir, pero parecÃa ser que ese era su final, sentÃa impotencia, melancolÃa, dolor. ¡No querÃa morir!, sabÃa que le quedaban muchas cosas por vivir, querÃa seguir luchando.
Abrió los ojos con las pocas fuerzas que le quedaban y se arrastró. Una ligera luz cálida llegó a su retina, y con ello la esperanza de salir de aquel lugar. Tomó un fuerte respiro y sosteniéndose del árbol que tenÃa a su lado, se incorporó. Cada paso que daba, aunque fuera lento, lo llenaba de esperanza, caminó con lentitud y con el crujir de las hojas caÃdas que retumbaba en eco hasta sus oÃdos.
El camino fue duro, pero la luz se intensificaba cada vez más, hasta lo que parecÃa ser una cabaña que escondÃa una tenue luz cálida, un cumulo de energÃa emergió de su interior, haciendo que los últimos pasos fueran más rápidos. Llegó hasta una vieja y agrietada puerta, que tenÃa moho y telarañas. La fachada estaba en muy malas condiciones, como si nadie la habitara, como si estuviera abandonada. ¿Quién podÃa vivir allÃ, en medio de la nada?
Tocó la puerta, pero al primer tacto de su puño contra la madera se abrió, era como si se encontrara emparejada. La abrió por completo y se adentró sorprendiéndose por la oscuridad que albergaba el lugar, el fuerte olor a viejo y a humedad. <<¡Hola>>, exclamó con voz temerosa y ronca, pero solo escuchó el eco de su voz seguido de un silencio espectral, dio un paso hacia adelante, y sintió como su mano derecha se enredaba en cuerdas que colgaban de la puerta, al intentar zafarse el resto de sus extremidades se atoraron, hasta que logro soltarse de los nudos que habÃa tejido con sus bruscos movimientos. Siguió caminando con cautela por lo que parecÃa ser un largo pasillo, a cada paso torpe que daba, rechinaban las podridas e hinchadas tablas de madera.
Sus ojos finalmente se encontraron con una ráfaga cálida de luz tenue que salÃa de la rendija de la parte superior de una puerta, giró la perilla sintiendo como se impregnaba en la palma de su mano el polvo que habÃa en ella. No dejaba de pensar en lo extraño que era el lugar y uno de los pensamientos que llegaron a su mente, lo prevenÃan y le sugerÃan salir cuanto antes, pero ese lugar era lo único que le daba alguna esperanza de sobrevivir. Los truenos se comenzaron a escuchar a lo lejos, y las gotas de lluvia no tardaron en golpear los cristales de la casa. Al abrir la puerta pudo ver la chimenea, que protegÃa los apenas leños encendidos que alcanzaban a alumbrar la habitación. No era muy grande, y parecÃa tener un mejor olor que el resto de la casa. Pudo identificar un tenue olor a caramelo.
Se adentró, y exploró el lugar, al fondo habÃa un viejo sillón color verde botella, a su lado una pila de leños, y una mesa que tenÃa encima cinceles, lijas, pinceles, y más cuerdas, fue hasta la mesa y pudo ver que dentro de una caja estaba un tÃtere, era un anciano con una espantosa expresión de susto en el rostro, se acercó para verlo detenidamente, quedando anonadado por el nivel de detalle que habÃa en él.
Tomó el tÃtere por las cuerdas y lo saco de la caja en la que estaba guardado, inmediatamente un escalofrÃo invadió su piel, soltó el objeto y este calló al suelo, lo vio detenidamente y sitió pánico al ver los terrorÃficos ojos de aquel tÃtere, comenzó a escuchar como crujÃa la madera, sin ningún sentido, sin explicación, los truenos de la lluvia se escuchaban cerca, dándole al lugar un toqué más tenebroso. Respiró profundo y pensando en que no era más que un viejo tÃtere, lo colocó de nuevo en la caja. Encendió con la leve llamarada que aún conservaba la chimenea una vela que estaba sobre la mesa, y puso un pedazo de leña en ella, intensificando la luz del lugar. Pudo ver una puerta al otro lado, se dirigió hacia ella, acercó la vela e inspeccionó el lugar, quedando impactado ante lo que sus ojos presenciaron, del techo colgaban infinidad de tÃteres y cuerdas, acercó la vela al rostro de cada uno de ellos, y pudo ver el espectral miedo en sus caras, le pareció algo peculiar, asà que se adentró más al fondo de la habitación, pero después de tocar varios de ellos algo extraño comenzaba a ocurrir, a través de las paredes veÃa las sombras de las cuerdas que se movÃan orquestadas por lo que parecÃa ser un par de manos, levantó la vista al techo e iluminándolo con la vela, se dio cuenta de que no habÃa nada, pero al ver de nuevo hacÃa la pared las pudo contemplar una vez más, las marionetas se movÃan en las sombras intentando huir del par de manos, que tejÃan las cuerdas y le daban movimiento a las extremidades, sometiéndolas a su antojo, suaves gritos apenas percibirles se escuchaban. El joven se sentÃa paralizado, y no podÃa dejar de ver esas manos que movÃan las cuerdas, haciendo las resonar con un canto fúnebre, aterrado decidió salir de la habitación, pero las cuerdas sueltas estaban anudadas a sus extremidades, apretando con fuerza. SentÃa que las cuerdas manipulaban sus movimientos; intentó zafarse sin éxito, sintiendo cada que lo hacÃa mayor presión, comenzó a sentir la desesperación y la asfixia, hasta que la llama de la vela se vio ahogada.
Intentó gritar, sin éxito alguno, pues no tenÃa las fuerzas necesarias, de hecho, dejo de sentir su boca, y el control que tenÃa sobre sus manos le impedÃa acercarlas a ella, para comprobar que siguiera allÃ. El terror se apoderó más de él cuando empezó a escuchar más fuerte los murmullos, quejidos y respiraciones, y él seguÃa sin poder externar sus quejidos. Lentamente fue perdiendo la conciencia. Privado del sentido de la vista, aterrado por no poder moverse… gritar, dejó de sentir.
Inconsciente y acostado quedo, hasta que el sonido chillante de una puerta se escuchó, acompañado por pasos sobre la podrida madera, un hombre acababa de entrar a la cabaña, lanzó un leño a la chimenea, calentó sus manos en ella, exploró el lugar y descubrió una vieja y polvosa caja de madera, que contenÃa dentro el tÃtere de un joven que vestÃa camisa caqui, con un arma de cacerÃa en la espalda, y sobre todo una muy detallada cara de terror, que hizo que sintiera un escalofrió letal.